José María Zavala es bien conocido por sus obras de investigación y divulgación sobre la Guerra Civil y sobre la Casa Real española, y aplica ahora a la vida del fraile capuchino el mismo método periodístico, documental y testimonial, de todos sus libros. El resultado es una obra fresca, directa, rompedora de principio a fin, porque Zavala no ha escrito una biografía al uso sobre el Padre Pío. Ha biografiado más bien sus huellas, esto es, sus milagros, los que realizó en vida y los que sigue realizando en la actualidad, a base de testimonios, hasta ahora nunca recogidos, de personas que conocieron al santo y colaboradores cercanos suyos, a quienes Zavala visitó en Italia para completar su investigación.
"Haré más ruido muerto que vivo", había bromeado el religioso en una ocasión. Y lo cierto es que la devoción al Padre Pío no deja de crecer, alimentada por curaciones y conversiones espectaculares, como algunos de los que recoge otra de las fuentes del autor, la Positio utilizada para su canonización.
La narración es viva, electrizante, apasionante, no hay descanso entre un hecho y otro de los que conforman el texto, una selección entre los cientos disponibles. No es una hagiografía, tampoco un relato de lo que pasó, es un reportaje sobre lo que sucede.
El Padre Pío ha sido el único sacerdote estigmatizado que registra la historia de la Iglesia. Desde muy joven recibió heridas en manos, pies y costado (el volumen recoge fotografías impactantes) que le producían sufrimientos atroces y procuraba ocultar con unos mitones de lana. Los tuvo toda su vida, hasta horas antes de morir, en que desaparecieron.
La primera investigación eclesiástica sobre esas heridas le costó dos años (1931-1933) de prohibición de todo ministerio sacerdotal, salvo la misa en privado. La sanción le fue levantada en cuanto pudo confirmarse que no había explicación científica para cuanto le sucedía, al tiempo que se constataba su perfecta salud psíquica y una extraordinaria santidad de vida.
Los estigmas fueron los que dieron celebridad mundial al Padre Pío, pero realmente lo que hizo en toda su vida fue confesar. No se le recuerda por sus prédicas, sino por las dieciocho horas al día que se pasaba muchas veces en el confesonario para atender a las masas que querían obtener su consejo y su absolución.
Zavala registra en ese sentido casos de conversiones espectaculares, entre ellas, en una época de gran encono del PCI contra la Iglesia, de activos militantes comunistas. También recoge cambios de vida radicales de hoy día entre quienes van profundizando en la figura de este santo turbador, a quien alguien ha calificado como "un meteorito de la Edad Media en el siglo XX", porque llegó cuando parecía que historias como éstas ya no eran propias de nuestro tiempo.
En España el Padre Pío va siendo cada vez más conocido, y el libro de Zavala va a ser probablemente el impulso decisivo para ello, por su carácter de reportaje vibrante pero alérgico a toda ñoñería.