los tres misterios parisinos de Poe han pasado a la posteridad como el inicio de un nuevo género literario, el policíaco; y su protagonista, el diletante Auguste Dupin, como la encarnación de un nuevo héroe, rara combinación de científico sagaz y dandi excéntrico: el primer detective. En estas historias asoman los ingredientes inseparables del género: el rigor paradójico del detective, la empatía con la mente criminal, la intriga que resuelve fuera de plano cada detalle innecesario… Son, además, una radiografía de la ciudad moderna y su claroscuro social, y una nueva sugestión democrática: la opinión pública. Leídas hoy, el valor de estas piezas maestras no reside en lo que anuncian, sino en la radical modernidad y plenitud de su propuesta.