Nos gusta viajar y preparar los viajes a través de las lecturas.
Hoy, que ya ningún territorio es “virgen”, que no queda nada por descubrir, que el turista es una especia invasora, leer libros de viajes es una manera de recuperar la mirada inocente y la ilusión por transitar entre lo desconocido.
También nos gusta viajar en buena compañía, como hacía Edith Wharton. Escritora pionera en muchos aspectos, por ejemplo, la primera en ganar el premio Pulitzer, una de las primeras mujeres en tener coche propio en los años 20, etc.
Estos dos detalles nos dan una idea de lo podemos esperar del libro DEL VIAJE COMO ARTE (Editorial Línea del Horizonte): empezó a viajar desde muy temprana edad y empezó a escribir también muy pronto. Sus primeros viajes son solo una recopilación de sus impresiones visuales, pero poco a poco madura su mirada y su prosa, y en sus relatos de travesías por el Mediterráneo empiezan a fluir las asociaciones de adjetivos, su mirada consciente, sus inmersiones, su bagaje cultural, etc.
Finalmente, en sus viajes encontramos una auténtica prosa poética que transmite su necesidad de movimiento, de conocer y respetar, la necesidad del viaje como fuente de belleza, de curiosidad y de elevación.
Empezó viajando con carruajes, barcos, y acabó entregada a un instrumento que le facilitaba perderse entre carreteras secundarias y caminos trillados, dándole libertad para adaptar la marcha de su viaje a sus necesidades, impresiones, palpitaciones: el coche. Sí, ese obejto tan contidiano para nosotros y tan pionero en los años 20, que le permitió viajar por Francia, Italia, España, etc.
Este libro es un ejemplo de su vitalidad y una declaración de principios: el viaje de autor.
